Ruego a Dios que las montañas
jamás dejen de llorar
quedaría triste el mar
se salaría la caña
chirriarían las pestañas
bajo aquel sol incesante
quemando el domo pensante
de la triste humanidad
que transpira vanidad
en su realidad errante
La brisa va sollozante
con fiebre en su recorrido
aceleran los latidos
de una esfera agonizante
El sol ardiente y gigante
va deshilando impaciente
el manto blanco y glaciente
que cubren las cordilleras
eclipsando por doquiera
condenado al mar silente
El futuro inciertamente
del presente acelerado
va desechando el pasado
a un muladar de ambiente
El hombre sedientamente
recicla su mar de errores
vomitando sus horrores
excretando su inventiva
uniendo en la negativa
a los más crueles creadores
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